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Viernes Santo: Celebración de la Pasión del Señor

14/04/2017
PRIMERA LECTURA
Él fue traspasado por nuestras rebeliones
Lectura del libro de Isaías 52, 13-53, 12

Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho.

Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito.

¿Quién creyó nuestro anuncio?, ¿a quién se reveló el brazo del Señor?

Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza.

Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado.

Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes.

Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron.

Todos errábamos corno ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes.

Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca.

Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién se preocupará de su estirpe?

Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron.

Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca.

El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano.

Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento.

Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos.

Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre.

Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.

Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL 30, 2 y 6. 12-13. 15-16. 17 y 25
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mi.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil. R

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor. R.

 

SEGUNDA LECTURA
Aprendió a obedecer; y se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación
Lectura de la carta a los Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9

Hermanos:

Ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Hijo de Dios, mantengamos firme la confesión de la fe.

No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo como nosotros, menos en el pecado. Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno.

Cristo, en efecto, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presento oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial. Y, aún siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que lo obedecen en autor de salvación eterna.

Palabra de Dios.

 

EVANGELIO
Pasión de nuestro Señor Jesucristo
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 1-19, 4

C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el que lo iba a entregar, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la cohorte y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:

+ ¿A quién buscáis?

C. Le contestaron:

S. A Jesús, el Nazareno.

C. Les dijo Jesús:

+ Yo soy.

C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:

+ -«¿A quién buscáis?»

C. Ellos dijeron:

S. A Jesús, el Nazareno.

C. Jesús contestó:

+ Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a estos.

C. Y así se cumplió lo que había dicho: “No he perdido a ninguno de los que me diste”.

Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:

+ Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?

C. La cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: “Conviene que muera un solo hombre por el pueblo”. Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:

S. ¿No eres tú también de sus discípulos?

C. Él lo negó, diciendo:

S.-No lo soy.

C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.

El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó:

+Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que yo he dicho.

C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:

S. ¿Así contestas al sumo sacerdote?

C. Jesús respondió:

+ Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si le hablado como se debe, ¿por qué me pegas?

C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.

C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:

S. ¿No eres tú también de sus discípulos?

C. Él lo negó, diciendo:

S. No lo soy.

C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:

S. ¿No te he visto yo con él en el huerto?

C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo.

C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:

S. ¿Qué acusación presentáis contra este hombre?

C. Le contestaron:

S. Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.

C. Pilato les dijo:

S. Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.

C. Los judíos le dijeron:

S. No estamos autorizados para dar muerte a nadie.

C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.

Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:

S. ¿Eres tú el rey de los judíos?

C. Jesús le contestó:

+ ¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?

C. Pilato replicó:

S. ¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?

C. Jesús le contestó:

+ Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.

C. Pilato le dijo:

S. Entonces, ¿tú eres rey?

C. Jesús le contestó:

+ Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.

C. Pilato le dijo:

S. Y, ¿qué es la verdad?

C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:

S. Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?

C. Volvieron a gritar:

S. A ese no, a Barrabás.

C. El tal Barrabás era un bandido.

C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:

S. ¡Salve, rey de los judíos!

C. Y le daban bofetadas.

Pilato salió otra vez afuera y les dijo:

S. Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.

C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:

S.He aquí el hombre.

C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:

S. ¡Crucifícalo, crucifícalo!

C. Pilato les dijo:

S. Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.

C. Los judíos le contestaron:

S. Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.

C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:

S. ¿De dónde eres tú?

C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:

S. ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?

C. Jesús le contestó:

+ No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.

C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:

S. Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.

C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:

S. Aquí tenéis a vuestro rey.

C. Ellos gritaron:

S. ¡Fuera, fuera; crucifícalo!

C. Pilato les dijo:

S. ¿A vuestro rey voy a crucificar?

C. Contestaron los sumos sacerdotes:

S. No tenemos más rey que al César.

C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.

C. Tomaron a Jesús, y él, cargando el mismo con la cruz, salió al sitio llamado “de la Calavera” (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: “Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos”. Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:

S. No escribas: “El rey de los judíos”, sino: “Este ha dicho: Soy el rey de los judíos”.

C. Pilato les contestó:

S. Lo escrito, escrito está.

C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:

S. No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.

C. Así se cumplió la Escritura: “Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica”. Esto hicieron los soldados.

C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:

+ Mujer, ahí tienes a tu hijo.

C. Luego, dijo al discípulo:

+ Ahí tienes a tu madre.

C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.

C. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:

+ Tengo sed.

C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:

+ Está cumplido.

C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

(Todos se arrodillan, y se hace una pausa)

C. Y al punto salió sangre y agua

C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: “No le quebrarán un hueso”; y en otro lugar la Escritura dice: “Mirarán al que atravesaron”.

C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

Palabra del Señor

 

Jueves Santo – Semana Santa – Cena del Señor.

13/04/2017
PRIMERA LECTURA
Prescripciones sobre la cena pascual
Lectura del libro del Éxodo 12, 1-8. 11-14

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:

– «Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: “El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino más próximo a su casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo.

Será un animal sin defecto, macho, de un año, lo escogeréis entre los corderos o los cabritos.

Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de los hijos de Israel lo matará al atardecer”. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo comáis. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, y comeréis panes sin fermentar y hierbas amargas.

Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor.

Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor.

La sangre será vuestra señal en las casas donde habitáis. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora, cuando yo hiera ala tierra de Egipto.

Este será un día memorable para vosotros; en él celebraréis fiesta en honor del Señor. De generación en generación como ley perpetua lo festejareis».

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 115, 12-13. 15-16bc. 17-18
R. El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor. R.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando el nombre del Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.

 SEGUNDA LECTURA
Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11, 23-26

Hermanos:

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo:

– «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía».

Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:

«Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía».

Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios.

 EVANGELIO
Los amó hasta el extremo
Lectura del santo Evangelio según san Juan 13, 1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Estaban cenando, ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.

Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:

– «Señor, ¿lavarme los pies tú a mi?».

Jesús le replicó:

– «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde».

Pedro le dice:

– «No me lavaras los pies jamás».

Jesús le contestó:

– «Si no te lavo, no tienes parte conmigo».

Simón Pedro le dice:

– «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza».

Jesús le dice:

– «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos».

Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:

– «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».

Palabra del Señor.